viernes, 26 de septiembre de 2014

Octavio Paz: sin los privilegios de su vista

Escultura de Henry Moore
¿Por qué aceptó el Palacio de Bellas Artes a un curador que no tiene ojo y sí pésimo sentido para establecer distancias entre una gran obra de arte y otra? Asombra el mal gusto desde la entrada misma de la sala principal: sin tiro visual, jugando a romper los espacios y destruyendo el concepto museístico. Obras atiborradas como si el Museo del Palacio de Bellas Artes fuera La Lagunilla. ¿Será que los mexicanos no entendemos el concepto de espacios amplios, abiertos y con respeto a cada una de las obras? No creo que Octavio Paz esté satisfecho de lo que han hecho con los privilegios de su vista.

En esto ver aquello: Octavio Paz y el arte es una muestra saturada, asfixiante, sin los necesarios descansos. Imágenes nacionales, internacionales y del mundo prehispánico e hindú de impecable factura, pero sin conexión alguna con lo que el poeta hizo de manera excelsa mediante la escritura y la poesía. La exposición pareciera que fue conceptuada sin estilo, sin emoción, como si se hubiera hecho con la intención de cansar al espectador para que éste saliera corriendo de ese espacio claustrofóbico, lo último que un visitante debería sentir con la experiencia de la contemplación estética.

Hay abigarramiento en el montaje de Héctor Tajonar, un hombre quizás informado pero escasamente sensible para la pintura, la escultura, los objetos y piezas exquisitas que requieren de un tratamiento único. No se explica cómo las salas finales de la muestra están casi vacías mientras que la principal es multitudinaria, invadida por nombres de artistas internacionales, sí, pero no de obras para ser contempladas en su poderío visual. Buscar el nombre en vez del arte es síntoma de ignorancia. ¿Apostó por el dudoso gusto del público, decidió sin consultar y con carta libre por ser consentido del oficialismo?

Ojo: Octavio Paz apuesta por las obras. Paz tiene un guión escrito sobre su concepto del arte y el artista en Los privilegios de la vista, el único libro realizado por un mexicano que intenta una enciclopedia del arte universal. No es poco. Hubiera bastado seguir esa obra y articular un discurso poético. Con menos piezas, la muestra habría sido más sólida en su concepción. Prefirieron el relumbre, el oropel de las firmas de los pintores, no la calidad de las obras.

Juzgue usted desde la entrada a Bellas Artes: espacio para la contemplación de esculturas, sí, pero sin pensar en la dimensión; obras aglutinadas de artistas reconocidos, sin respeto a sus espacios y necesidades de aire, sin lugar para la soledad en torno a las piezas. Si así es la entrada no le cuento más de lo que está dentro del recinto: dispersión, caos, experimentos fallidos con los que el curador quiso presumir de un conocimiento que no tiene.

Si va, por favor, vaya con ojo crítico, acciónelo, déjelo hablar; no vaya con mirada romántica para ver nombres en vez de arte. Ya es hora de que las autoridades culturales sepan que no pertenecemos a su reinado de desinformación, que no aceptamos todo sin chistar.

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