viernes, 19 de octubre de 2012

Teatro para la historia


México ha cosechado en su historia éxitos teatrales fuera del país, con escasa relevancia periodística. El malinchismo nos ciega para aceptar las buenas noticias.
Algunos ejemplos, de los años ochenta a la fecha.
Cuando Julio Castillo estrenó De la calle en Nueva York, la sorpresa en México fue que apareció en la primera plana de The New York Times. Hoy todos sabemos que esa puesta, de 1987, es un hito en la historia del teatro contemporáneo. Y Castillo celebra el siglo XXI con un libro sobre su vida y obra escrito por Gabriel Pingarrón. No todo es olvido.
O Jesusa Rodríguez, que arrasó con su versión de Don Giovanni en Europa, cuando en México fue menospreciada por la crítica especializada en su estreno en el Festival Internacional Cervantino, en 1983. Fue después de su éxito extranjero que regresó al mismísimo Palacio de Bellas Artes. A Jesusa le debemos una reivindicación.
Mauricio Jiménez casi le da la vuelta al mundo con su obra y dirección de Lo que cala son los filos, uno de los hitos de nuestra escena mexicana, de 1988. Y sigue sorprendiendo, aunque ha decidido la periferia al boato del centralismo. Parece olvidado, pero no.
Bodas de sangre, de García Lorca, dirigido por Alicia Martínez Medrano con su Laboratorio de Teatro Indígena y Campesino de Oxolotán. No sólo fue un éxito en Tabasco sino un suceso inusitado en España, al finalizar los años ochenta. Irrepetible experiencia que marcó un teatro donde las comunidades marginadas contaban alguna vez en el país. Esta historia es un libro necesarísimo.
Amarillo, texto de Gabriel Contreras y dirección de Jorge A. Vargas, es sin duda una revelación en la escena mexicana desde 2009,  y cada que sale del país cosecha aplausos frescos para México. Un teatro social necesario para un país sumergido en la violencia.
Claudio Valdés Kuri ganó con su pieza El gallo el mejor reconocimiento en el Festival Brighton, de Inglaterra, en 2011. La obra tuvo temporada con escasa crítica en nuestra capital, en 2009. La carrera de Valdés Kuri es de las pocas con nivel internacional. En México apenas alcanzamos a reconocer sus alcances universales, con su compañía, Teatro de Ciertos Habitantes.
En 2012, la Compañía Nacional de Teatro presentó una versión de Enrique IV en el mismísimo espacio donde inició su carrera William Shakespeare, The Globe, con muy buena recepción. Se estrenó aquí en pleno Zócalo, con escasa resonancia. Su director, Hugo Arrevillaga, le dio frescura a una compañía urgida de juventud. Arrevillaga, se sabe, es una de las figuras más consistentes del panorama teatral.
Estos son, a mi modo de ver, sucesos que hicieron historia en el teatro que sale fuera de México y nos representa dignamente. Claro, hay otros grupos teatrales que han salido pero, sinceramente, han tenido que regresar con la cola entre las patas.

Coda
Triunfó la inteligencia y sensibilidad con la carta de escritores e intelectuales a favor de Alfredo Bryce Echenique. Se habían tardado contra ese teatrito infame. Con gusto me sumo al titipuchal de firmas.

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